D.: Terence Fisher
I.: Peter Cushing, Christopher Lee, Yvonne Furneaux
Sinopsis: En 1895, el arqueólogo británico Stephen Banning dirige una expedición en Egipto, que culmina con el descubrimiento de la milenaria tumba de la princesa Ananka. Pero este éxito queda ensombrecido por un hecho inexplicable: Banning sufre de un ataque de locura que hace que sea internado en un asilo psiquiátrico a su regreso a Inglaterra.
En 1898 John Banning, hijo de Stephen, recibe un llamado de su padre desde el asilo. El aterrorizado hombre, que ha recuperado momentáneamente la cordura, le previene que él accidentalmente resucitó a una momia que custodiaba la tumba de Ananka… y que sin duda volverá para vengarse de todos los que participaron en la profanación.
Y en efecto, el egipcio Mehemet Bey, quien tres años atrás presenció la “profanación”, ha llegado a Inglaterra acompañado del momificado Kharis, a quien revive y explica que debe vengar a su amada princesa, exhibida ahora en un museo británico. La Momia comienza su homicida labor y no parece haber nada que puieda detenerle.
Crítica: Tras sus éxitos con sus versiones de Frankenstein y Drácula, la empresa cinematográfica británica Hammer Studios logró los permisos de la Universal Studios para hacer remakes de los clásicos del horror de esa empresa hollywoodense: la primera de estas autorizadas versiones es nada menos que La Momia.
Esta adaptación inglesa del clásico de 1932 toma en realidad dos fuentes para su guión: el mentado film con Boris Karloff, y la saga iniciada por La Mano de la Momia en 1940. Los guiones son fundidos en una nueva historia, que lleva la acción a la Era Victoriana (como era costumbre de la Hammer), aunque la momia protagonista no es Imhotep sino Kharis.
Luego de su ausencia en los años cuarenta, vuelve el elemento mágico: una vez más son unas palabras mágicas imprudentemente pronunciada las que resucitan a Kharis; en vez del Pergamino de Thot de 1932, tenemos al diminuto Pergamino de la Vida. Sin embargo, remueve la subtrama de la reencarnación para sustituirla con una coincidencia física.
La Momia ha mejorado luego de ser solamente un monstruoso instrumento de venganza de una secta milenaria. A diferencia de su sosías de los años cuarenta (un príncipe), este nuevo Kharis (un sumo sacerdote), si bien es usado por el fanático egipcio Mehemet Bey (George Pastell), en realidad siente el deseo de vengar a su profanada amada. Y será esa apasionada obsesión su punto débil.
Al igual que las secuelas de La Mano de la Momia, Kharis es sacado de Egipto, pero es llevado no a América sino a Engerfield (Inglaterra), donde han sido ubicados los que tomaron parte en el desentierro de Ananka de 1895. Y vendrán las escenas de asesinatos, que logran ser má impresionantes que los del Kharis de la Universal (aquí sí hay una atmósfera de suspenso y terror).
Los carismáticos Peter Cushing y Christopher Lee, protagonistas de las previas La Maldición de Frankenstein y Drácula (obras maestras de la Hammer), interpretan a unos aceptables John Banning y Kharis, respectivamente. Como curiosidad, la cojera de la Momia a mitad de la película se debe a auténticas lesiones que Lee sufrió en pleno rodaje.
Los mejores momentos son el ataque de la Momia a John Banning: unas bien montadas escenas de disparos y hasta mostrar a John “atravesando” a Kharis, en medio de una música espeluznante, nos hace sentir a una amenaza que es indestructible. Y la escena final, en el pantano, es un “momento Hammer” de lo más clásico.
Pese a que no tuvo el éxito de las momias americanas, este film de horror ya terminaba de marcar la pauta de las cintas de maldiciones faraónicas que luego vendrían. Puede decirse que La Momia de 1959 dejó marcado el camino para La Momia de 1999, con el triunfal regreso (ahora sí) de Imhotep.
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